martes, 13 de julio de 2010

Cuando se fuese le echaría de menos.

Allí todo olía a medicina y betadine. Las paredes blancas se te tiraban encima y te daban nostalgia de sol. El constante pitido que imitaba a un corazón rompía el habitual silencio. Ariadna nunca había entendido porque Dan tenía que estar allí encerrado durante tantos meses y, porque cuando lo dejaban salir tenían que volverlo a encerrar en poco tiempo. Siempre pensó que aquello era una cárcel que te robaba la vida suspiro a suspiro y recuerdo a recuerdo. Dan ni si quiera sonreía desde que estaba allí y Ariadna ya no sentía ese jubilo en el pecho al verle, porque las lágrimas se le atascaban en las costillas y moría de amor al verle tan delgado y pálido. Solo sus ojos grises como la tormenta, le recordaban a Ari que aquél era su amigo del alma, ese que una vez le había prometido estar juntos para siempre.
Pero Ariadna no sabía que eso no podría cumplirse.

8 comentarios:

  1. Los hospitales siempre tienen algo de deprimente.
    Sospecho que la culpa es de la anorexia. ¿Me equivoco?

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  2. Jooo qué triste!! Los amigos tendrían que estar juntos!! Un biquiñooooo

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  3. me encanta como escribis, finalmente puedo comentar porque he tratado unas cuantas veces pero no habia opcion para dejar comentarios.
    regresare a leerte.

    un saludo desde la lejania.

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  4. los hospitales tienen poco cariño dentro, una pena, porque hay muchos corazones rotos

    un muás, me gusta mucho el blog :)

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  5. Estás premiada! mira mi blog:) un besote!

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  6. Ayy que triste :( te recuerda que a veces la vida puede arrebatarte cualquier cosa, hasta tu mejor amigo...

    besos :)

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  7. Esas promesas casi nunca se cumplen. Se hacen por el placer de pronunciarlas.

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